LOS HIJOS DE LAS TINIEBLAS

LOS HIJOS DE LAS TINIEBLAS

Como ya se decía,  y aún hoy día, los hijos de las tinieblas siguen siendo más listos que los hijos de la LUZ.

Los primeros, abriendo los ojos allí donde tengan una posibilidad de ganar dinero, caiga quien caiga. Los segundos, cerrando los suyos ante situaciones inhumanas, obligando a sus policías a echar de sus fronteras a  niños y jóvenes, como si de leprosos o de personas con la peste se tratara, dejando así campo libre a los de las tinieblas, contra quienes la policía  raramente arremete, por el contario, en ocasiones colabora.

Relacionado con los migrantes, Ibrahima, a quien ya conocemos, al llegar a la frontera entre Mali y los tuaregs, constató que el tránsito de migrantes ocurría bajo la protección de ambos. Por un lado los soldados de Mali, por otro, la mafia.

Los hijos de la LUZ,  respecto a la migración, como su estatus lo exige, todo lo organizan a nivel oficial. La prensa comunica acuerdos entre la ONU, la UE el gobierno español, el italiano, con el gobierno marroquí, el de Libia, el de Argelia, incluso de tan lejos como los de Senegal y Mauritania. . . Eso sí, con muchos  millones de euros de por medio, como su rango lo exige.

Mientras eso ocurre,  con la seriedad y elegancia que dichas instituciones exigen,   saben, y si no lo saben, tendrían que responder de ello, que,  en los desiertos, montes, fronteras, las mafias tiene sus puestos de servicio, de acogida a los migrantes, mientras que sus policías  arremeten contra esos niños y jóvenes que habiendo expuesto sus vidas han llegado a estas fronteras donde comienzan a cuestionarles hasta su  derecho de movimiento.

Los gobiernos con sus policías conocen todo el entramado de un proceso que puede durar meses, hasta que la zódiac, haya conseguido la luz verde del dueño del campo en el que se “alojan” los migrantes. Se trata de una zódiac, normalmente en pésimas condiciones mecánicas y materiales,  con una sobre abundancia de mercancía humana, que es como les tratan las mafias – siempre hay sitio para uno más.  

Es cuando comienza a oscurecer, ya en la playa,  que se hincha la zodiac, se fija el motor, se dan instrucciones sobre la brújula En todo el proceso, la policía solo aparece en el último momento, desde la distancia, al observarlos en la playa con sus reflectores. Esta presión policial  posiblemente sea solo pretendida. Valiéndose de los gritos de “alto” y de las luces, los mafiosos aprovechan para empujar, forzar a sus “viajeros” a embarcar hacia una muerte casi segura. Y ellos, tranquilamente, sin presión alguna, con un contrato cerrado, vuelven a sus casas.

Así Ibrahima confirma que el mar de Libia  llega hasta los numerosos campos de refugiados, donde se organizan los viajes en las zódiacs. Los migrantes salen al mar de esos campos, de noche, escondidos entre la oscuridad y malezas si procede, en total silencio. Si en esas circunstancias alguien por miedo, por salud, por la razón que fuera no quiere subir a la zódiac, los organizadores no responden del dinero pagado, que oscila entre los 3.000 y 4.000 euros persona. Y si la persona se queda en la playa, la matan de un tiro para que no cree problemas en el campo.

Por otra parte y, como también Ibrahima lo ha experimentado, la mafia llega al interior del desierto. Estuvo encerrado en un lugar en el que calculaba que  habría entre 170 y 180 migrantes presos. Allí comenzaban las primeras de las  negociaciones entre preso y guardián – él entregó los 70€ que su madre le dio por la venta de 3 cabras. A 94 de entre ellos, en un  camión les llevaron en un viaje de 5 días, llegando a una cárcel perdida en el desierto que resultó ser un mercado de personas. A él no consiguieron venderlo. Pero le quitaron su documentación, y  como dice, sin documentación no vales más que una cabra.

A cualquier lugar al que lleguen los migrantes: sea ciudad, desierto, monte, frontera,  se encuentran con la mafia que los atiende con mejor motivación y más seguridad de apoyo que las administraciones locales, policías incluidos. Esto se da hoy día en fronteras franco-españolas. Ante la imposibilidad de pasar la frontera de Irún a Hendaya, no falta la persona que se le acerca al migrante, con una sonrisa y un camino expedito – ya conocido y respetado oficialmente.

En todo su viaje de 3 años, Ibrahima cerraba la jornada diaria casi siempre con la coletilla: “escondiéndonos de la policía.” En los montes, corriendo monte arriba; en las ciudades durmiendo a escondidas entre las obras en las que trabajaban. Las mafias siempre les ofrecen algún servicio. La policía nunca. Cuando Ibrahima, en Libia, vendido por el precio de una cabra, consiguió escaparse del gallinero donde trabajaba, el único refugio seguro, solo lo podía encontrar en  uno de los campos regidos por un mafioso. Sabía que la policía  no le iba a molestar.

Las mafias, a pesar de todos sus inconvenientes: robos, crímenes, distorsiones, torturas,  prueban ser más efectivas y obtener más confianza que la policía. Los migrantes no se esconden de la policía porque en ocasiones o bien en los montes o en las fronteras les quitan el dinero que puedan tener, o los torturan, como dice Ibrahima, “pegándoles en la entrepierna o  en la cabeza”, porque:” saben dónde se esconde el dolor.” Ni por sus posibles acuerdos con la mafia. Se esconden por lo que representan. 

La financiación de las mafias depende de lo que puedan conseguir de los migrantes. La de la policía y políticos detrás de ellos, cuenta con una fuente de dinero ilimitada. Algo no cuadra.

Este escenario cuestiona, la honradez, la credibilidad de esos comunicados oficiales apoyando la migración ¡Si al menos contaran con la mitad del entusiasmo, compromiso, ciega dedicación de las mafias!´

Este es el testimonio de una persona: De su libro HERMANITO. Y como ella, miles.  Y aún hoy día.

Ángel.

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